Estiro cuando llegamos al final del inmenso viñedo y alucino con el empeño titánico de cientos de personas en crear algo que yo jamás podré apreciar completamente. Me recuerda a todo menos un par de cosas.
- Aquí es donde lo encontramos, Martín. Daniel es un hombre tranquilo. No espera que el mundo cambie jamás. Este es su mundo , ha sido el mundo de su familia durante siglos y seguramente seguirá siéndolo a menos que sus vecinos se levanten armados con botellas rotas y palos bien gordos, o lo que quiera que arme al próximo ejército revolucionario. Su pelo rizado está acostumbrado a ser tratado con delicadeza. Mi calva rapada resulta especialmente grotesca en su presencia.
- No hay marcas de neumáticos, ni huellas. Es como si hubiese nacido de la tierra. O como si hubiese caído del cielo, susurro mirando al sol.
- Dejando a un lado la poesía, Martín, queremos saber quién nos ha gastado esta broma pesada.
- Quien paga manda, Daniel. Por lo menos mientras yo lo considere oportuno, pienso mientras desandamos el camino a la masía.
La comida es sublime. La compañía...
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