viernes, 11 de septiembre de 2009

Los engranajes del pajaro de fuego VI

Disgresión , acumulando errores: yo no merezco este amor. Doc le da pataditas a los hombres dum-dum que se revuelven en el suelo, rojos por el esfuerzo. El terror invade sus ojos: han vuelto a ser niños perdidos en un marea de extraños.

- Doc , basta ya.
- Ratita , ratita , murmura doc sin abandonar su sádico juego. La curiosidad por el dolor elevada a ciencia. Algo atroz.
-Tienes que aprender a divertirte, Martín. Si no, ¿qué sentido tiene no ganar dinero ayudando a los buenos?
- La energía de la moral, creo.
- Bah, bah. Ahora vete, dice levantando la vista con fiera severidad.

Adiós al horror y la fealdad. Hola a la belleza y al dolor.

- Martín, ¿cómo ha ido todo? Pregunta Ana levantando la vista del bol donde José está
gestando una docena de merengues. Le enseño el dedo, que ahora me parece una siniestra frivolidad.
- Efectista. Te pega, dice volviendo al espectáculo culinario. El maldito panadero santurrón sonríe sin parar de remover la mezcla. Me arrastro hacia el sofá, indignado, pero con el gusto del merengue abriéndose paso en mi imaginación.
- ¡Ni se te ocurra fumar!, dice José justo cuando me echo la mano al bolsillo.
Merengue.

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